Vivir dos veces

«No hay histerias, condenas inútiles ni pataletas referentes a lo fastidiosa que es la vida y la mala suerte. […] tierna, familiar y respetuosa, filmada con cariño y sin tópicos baratos ni almibarados en torno a la enfermedad»

Año: 2019
Director: María Ripoll
Reparto: Oscar Martínez, Inma Cuesta, Mafalda Carbonell, Nacho López, Aina Clotet, Isabel Requena, Antonio Valero, María Zamora
País: España
Duración: 101 min
Género: Comedia | Drama
Puntuación: ★★★☆☆ 

 

 

Sinopsis
Emilio (Oscar Martínez), su hija Julia (Inma Cuesta) y su nieta Blanca (Mafalda Carbonell) emprenden un viaje disparatado y a la vez revelador. Antes de que a Emilio le falle la memoria definitivamente, la familia le ayudará a buscar al amor de su juventud. En el camino encontrarán la oportunidad de una vida nueva y sin trampas. Decisiones discutibles y contratiempos los llevará a enfrentarse a los engaños sobre los que han montado sus vidas. ¿Será posible vivir dos veces?  [Filmaffinity]

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Análisis

El tema del filme no es el amor perdido, y esto conviene remarcarlo: es el alzhéimer. La memoria y el olvido, la familia y los seres queridos, quienes nos cruzamos a diario y nos atiende en los comercios, las aficiones, los recelos a incorporar nuevas rutinas y las preferencias gastronómicas no son sino ramas de un mismo tronco denominado alzhéimer, adecuadamente expuestos durante la película, pero que no aspiran a ser la cuestión principal. La búsqueda de Margarita, de hecho, es una excusa para profundizar en el pasado y el presente de Emilio y aproximarnos a su alzhéimer. Así, el filme no es una road movie, no es un viaje de autodescubrimiento ni el periplo del héroe durante el cual experimenta la aventura. No. De hecho es corto el metraje dedicado a la autovía y carretera nacional, y apenas hay tres escenas en moteles y gasolineras. ¿Que se le podría haber sacado más partido al viaje? Desde luego, y quizá -aunque funcione el conjunto- sea este uno de los principales fallos del film, presentarse como lo que no es: una película de carretera.

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Como quizá el propio alzhéimer sea un personaje más de la película. ¿Un antagonista? No, para nada. No se le demoniza. Y se agradece. No hay histerias, condenas inútiles ni pataletas referentes a lo fastidiosa que es la vida y la mala suerte. Sencillamente se acepta. ¿Sencillamente? Cuesta, requiere esfuerzo, por supuesto, pero de eso va el filme, de cómo los personajes -quien lo padece y quienes conviven con quien lo padece- afrontan la nueva situación. Los momentos de cansancio y de duelo, las disputas, las diferentes soluciones sobre cómo afrontar la enfermedad. Lo que está claro es el respeto y admiración en cada primer plano de Emilio enfermo. Sobresaliente. Así es como el nuevo personaje – alzhéimer- dialoga e interactúa con las demás personas.

Porque el alzhéimer -su aparición- está indisolublemente relacionado con la unidad familiar. De cómo viva -y se quiera- una familia depende la manera de enfrentarse al alzhéimer. Así, el triángulo formado por Blanca y sus padres dará bastante juego dramático, y están muy bien dibujados los caracteres de la nieta -maravillosa interpretación- y de su madre. Por desgracia, el padre anda más desdibujado. Si bien arranca más de una risa, apenas pasa de una caricatura y no se termina de entender su comportamiento salvo por más de una frase vaga. No obstante, son auténticas perlas los mensajes referentes a la importancia de mantener unida la familia, de cuidar del abuelo entre todos y de no separarse -aun siendo la ruta rápida y fácil- ante las dificultades.

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Por otra parte, sin ser una película excesivamente larga, traspasados los dos tercios de metraje emerge una extraña sensación: el desenlace se aproxima, los títulos de crédito son inminentes, la directora desea poner punto y final… pero no se sabe cómo. Merece la pena destacar que el final es redondo, pero para llegar hasta allí se suceden minutos de paja, a través de unos planos -con música incluida- profetizadores de un final impuntual, eternizado. Parece como si los conflictos se cerrasen veinte minutos antes del pitido final, y un epílogo forzadamente extenso nos maree durante un buen rato. En cualquier caso, un mal menor para una cinta tierna, familiar y respetuosa, filmada con cariño y sin tópicos baratos ni almibarados en torno a la enfermedad.


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